Los trastornos del habla pueden afectar profundamente la calidad de vida de una persona, especialmente cuando están asociados a condiciones neurológicas. Entre los más significativos se encuentran la disartria y anartria, dos alteraciones que, aunque relacionadas, presentan diferencias importantes tanto en su origen como en su manifestación clínica.
¿Qué es la disartria?

La disartria es un trastorno neurológico del habla que se produce por el debilitamiento, parálisis o falta de coordinación de los músculos utilizados para hablar. Estos incluyen los músculos de la lengua, labios, cuerdas vocales y diafragma. A diferencia de los trastornos del lenguaje como la afasia, la disartria no afecta la comprensión ni la construcción de ideas, sino la ejecución motora del habla.
Las personas con disartria pueden presentar un habla lenta, arrastrada, monótona o nasal. También pueden experimentar dificultad para controlar el volumen de su voz o articular sonidos con claridad. La disartria puede ser leve o grave, dependiendo de la extensión del daño neurológico subyacente.
¿Qué es la anartria?
La anartria representa la forma más grave de disartria. En este caso, el control motor está tan comprometido que el paciente es incapaz de articular palabra alguna de forma inteligible. La anartria no implica pérdida de la capacidad cognitiva ni del lenguaje interior, pero sí una imposibilidad total de expresarse oralmente.
Una persona con anartria puede entender perfectamente lo que se le dice y saber lo que quiere comunicar, pero no logra hacerlo verbalmente. Este tipo de afectación requiere una intervención multidisciplinar intensiva para buscar formas alternativas de comunicación.
Diferencias entre disartria y anartria
Aunque estrechamente relacionadas, disartria y anartria no son sinónimos. Mientras que la disartria puede abarcar un espectro de gravedad, desde alteraciones leves del habla hasta importantes dificultades de articulación, la anartria es un extremo de ese espectro donde el habla está completamente ausente.
Una diferencia esencial es que las personas con disartria aún pueden producir sonidos vocales, aunque distorsionados o poco claros. En cambio, quienes sufren de anartria no logran emitir un habla funcional. Esta distinción tiene implicaciones cruciales para el diagnóstico, el tratamiento y la rehabilitación.
Causas comunes de disartria y anartria
Las causas de disartria y anartria están relacionadas con lesiones o disfunciones del sistema nervioso central o periférico. Entre las más frecuentes se encuentran:
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Accidente cerebrovascular (ACV): Es la causa más común. Dependiendo del área afectada, el paciente puede presentar disartria leve o evolucionar a anartria.
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Traumatismos craneoencefálicos: Lesiones severas en regiones motoras del cerebro pueden producir pérdida total del habla.
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Enfermedades neurodegenerativas: Como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), la enfermedad de Parkinson o la esclerosis múltiple.
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Parálisis cerebral: En niños, puede generar alteraciones motoras generalizadas, incluyendo disartria.
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Tumores cerebrales: Si afectan zonas motoras del habla.
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Enfermedades infecciosas o inflamatorias: Como la encefalitis o la esclerosis diseminada.
Diagnóstico de disartria y anartria
El diagnóstico preciso de disartria y anartria requiere una evaluación detallada por parte de un equipo multidisciplinar, compuesto por neurólogos, logopedas y, en algunos casos, psiquiatras o psicólogos clínicos.
Se emplean diversas herramientas diagnósticas, entre ellas:
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Exámenes neurológicos para identificar la causa del trastorno.
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Evaluaciones del habla que analizan la articulación, ritmo, volumen y prosodia.
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Pruebas de imagen como la resonancia magnética o la tomografía computarizada.
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Videofluoroscopía para evaluar la coordinación de los músculos implicados en el habla.
Un diagnóstico temprano y certero permite establecer un plan de tratamiento más eficaz y adaptado al grado de afectación.
Tratamientos para disartria y anartria
El tratamiento de disartria y anartria se basa en la rehabilitación funcional y en la compensación de las capacidades perdidas. Aunque no existe una cura definitiva, la terapia logopédica intensiva puede mejorar notablemente la calidad de vida del paciente.
Rehabilitación logopédica
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Ejercicios de articulación: Mejoran la precisión de los sonidos.
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Terapias de respiración: Para controlar la intensidad y duración de la voz.
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Prácticas de entonación y ritmo: Ayudan a que el habla sea más comprensible.
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Retroalimentación auditiva y visual: El uso de grabaciones puede ayudar al paciente a corregirse.
En casos de anartria, se trabaja con el objetivo de generar algún tipo de vocalización funcional o se implementan sistemas de comunicación aumentativa y alternativa (CAA).
Tratamiento farmacológico
Aunque no existen medicamentos específicos para la disartria o la anartria, algunas enfermedades subyacentes pueden requerir tratamiento médico. Por ejemplo:
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Antiespásticos en pacientes con parálisis cerebral.
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Antiparkinsonianos en casos de disartria asociada a enfermedad de Parkinson.
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Antidepresivos si la alteración del habla genera síntomas afectivos.
Tecnología asistencial
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Tabletas con software de comunicación: Útiles en pacientes con anartria severa.
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Aplicaciones móviles que convierten texto en voz.
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Sistemas de seguimiento ocular para personas que no pueden usar las manos.
La tecnología ha ampliado las posibilidades de interacción para quienes padecen disartria y anartria grave, permitiendo incluso mantener relaciones laborales o académicas a distancia.
Pronóstico y evolución

El pronóstico de la disartria y anartria depende en gran medida de la causa, la edad del paciente, el tiempo transcurrido desde la lesión y la intensidad de la rehabilitación.
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En casos leves, la disartria puede resolverse completamente con tratamiento.
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En casos graves, puede cronificarse, pero mejorar con práctica constante.
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La anartria suele tener un pronóstico reservado, pero la comunicación alternativa puede compensar la pérdida.
La rehabilitación debe iniciarse cuanto antes, idealmente dentro de las primeras semanas tras la aparición del trastorno.
Tanto la disartria y anartria pueden generar aislamiento, frustración, baja autoestima y depresión. La imposibilidad de comunicarse como antes representa un reto emocional profundo. Es fundamental contar con apoyo psicológico y redes de soporte familiar o comunitario.
El acompañamiento emocional debe formar parte del tratamiento integral. Las terapias de grupo, los talleres de expresión no verbal y los grupos de pacientes pueden ser claves en este proceso.
Conclusión
La disartria y anartria son trastornos del habla que impactan de forma significativa la vida de quienes los padecen. Conocer sus diferencias, causas y posibilidades terapéuticas permite no solo ofrecer mejores estrategias de intervención, sino también fomentar una mayor empatía social hacia las personas afectadas.
Aunque la recuperación total no siempre es posible, existen múltiples vías de rehabilitación y apoyo que pueden mejorar considerablemente la calidad de vida. El compromiso del equipo médico, la participación activa del paciente y el soporte del entorno son pilares esenciales para afrontar con dignidad y esperanza el camino de la rehabilitación.
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