La crisis hipertensiva es una de las emergencias médicas más graves relacionadas con la presión arterial elevada. Se caracteriza por un aumento brusco y severo de la presión arterial que puede desencadenar complicaciones fatales si no se trata de inmediato. Una de las consecuencias más temidas de la crisis hipertensiva es el accidente cerebrovascular (ACV), ya sea en forma isquémica o hemorrágica.
¿Qué es una crisis hipertensiva?
La crisis hipertensiva se define como una elevación aguda de la presión arterial, generalmente con cifras superiores a 180/120 mmHg, acompañada o no de daño a órganos diana (cerebro, corazón, riñones, retina).

Existen dos tipos principales de crisis hipertensiva:
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Urgencia hipertensiva: aumento severo de la presión arterial sin daño agudo a órganos. Requiere tratamiento inmediato, pero no necesariamente hospitalización.
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Emergencia hipertensiva: presión arterial elevada con daño agudo a órganos vitales. Es una situación crítica que necesita atención hospitalaria urgente.
Causas de una crisis hipertensiva
Las principales causas de una crisis hipertensiva incluyen:
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Falta de adherencia al tratamiento antihipertensivo.
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Suspensión brusca de la medicación.
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Estrés físico o emocional intenso.
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Consumo excesivo de sal, alcohol o drogas (cocaína, anfetaminas).
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Enfermedades renales.
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Trastornos endocrinos (feocromocitoma, síndrome de Cushing).
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Embarazo complicado con preeclampsia o eclampsia.
En pacientes hipertensos de larga evolución, una crisis hipertensiva es la consecuencia de un mal control de la presión arterial.
Crisis hipertensiva y ACV: la conexión
La relación entre crisis hipertensiva y accidente cerebrovascular es directa y peligrosa. El aumento súbito de la presión arterial daña los vasos sanguíneos cerebrales y puede provocar:
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ACV isquémico: el exceso de presión favorece la formación de trombos y la obstrucción de arterias cerebrales.
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ACV hemorrágico: la presión arterial elevada rompe vasos frágiles, causando hemorragia intracerebral.
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Edema cerebral: la disfunción vascular aumenta la permeabilidad y provoca inflamación en el cerebro.
Estudios clínicos demuestran que hasta un 80 % de los pacientes con ACV presentan cifras elevadas de presión arterial en el momento del evento, y una gran parte corresponde a casos de crisis hipertensiva.
Síntomas de crisis hipertensiva

Los síntomas de una crisis hipertensiva varían según el grado de afectación cerebral y de otros órganos:
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Dolor de cabeza intenso y repentino.
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Mareos o vértigo.
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Visión borrosa o pérdida súbita de la visión.
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Confusión, somnolencia o pérdida de conciencia.
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Debilidad o entumecimiento en un lado del cuerpo (signo de ACV).
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Dolor torácico, dificultad para respirar.
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Convulsiones.
Reconocer a tiempo estos síntomas puede ser vital para evitar un ACV.
Diagnóstico de crisis hipertensiva
El diagnóstico de una crisis hipertensiva se basa en:
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Medición de presión arterial: cifras superiores a 180/120 mmHg.
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Evaluación clínica: búsqueda de síntomas neurológicos, cardíacos, renales o visuales.
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Pruebas complementarias:
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Electrocardiograma y ecocardiograma.
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Analítica de sangre y orina.
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Fondo de ojo para descartar retinopatía.
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Tomografía o resonancia cerebral en casos de sospecha de ACV.
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Tratamiento de la crisis hipertensiva
El tratamiento depende de si se trata de una urgencia o emergencia hipertensiva:
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Urgencia hipertensiva: reducción gradual de la presión arterial con medicación oral bajo supervisión médica.
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Emergencia hipertensiva: requiere hospitalización en unidad de cuidados intensivos y administración de fármacos intravenosos (nitroprusiato, labetalol, nicardipino).
En casos asociados a ACV, el manejo debe ser cuidadoso:
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En el ACV isquémico, reducir demasiado rápido la presión arterial puede empeorar la perfusión cerebral.
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En el ACV hemorrágico, el control estricto de la presión es fundamental para evitar la expansión del sangrado.
Prevención de la crisis hipertensiva
Prevenir una crisis hipertensiva es posible con medidas de control de la hipertensión arterial:
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Mantener un tratamiento antihipertensivo constante y supervisado.
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Controlar la presión arterial en casa de forma regular.
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Reducir el consumo de sal y alimentos procesados.
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Realizar actividad física moderada de forma habitual.
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Evitar el consumo de alcohol, tabaco y drogas.
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Controlar enfermedades asociadas como la diabetes y la dislipidemia.
Un buen control de la presión arterial es la estrategia más efectiva para evitar una crisis hipertensiva y, por ende, reducir el riesgo de ACV.
Impacto en la salud pública
La crisis hipertensiva representa una de las principales causas de hospitalización en pacientes con hipertensión. Su impacto en la incidencia de ACV es considerable, especialmente en países donde el control de la presión arterial es deficiente.
Se estima que el 40 % de los ACV podrían prevenirse con un adecuado control de la hipertensión, lo que refleja la importancia de la detección temprana y del tratamiento continuo.
Conclusión
La crisis hipertensiva es una condición médica crítica que, si no se atiende de inmediato, puede desencadenar un accidente cerebrovascular con consecuencias devastadoras. El control estricto de la presión arterial, la adherencia al tratamiento y la adopción de hábitos de vida saludables son las claves para reducir este riesgo.
Reconocer los síntomas, acudir rápidamente a los servicios médicos y mantener un monitoreo constante de la presión arterial son medidas fundamentales para evitar que una crisis hipertensiva se convierta en la puerta de entrada a un ACV.
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